Ivette M. Quiles

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(Sólo los mensajes de texto son de mi autoría; imágenes y videos son la labor de otros usuarios tomadas de google y youtube)




viernes, 13 de marzo de 2015

La educación...


            El kioskito de la educación sobre todo -la universitaria- (regida por la ambición) ha traspasado los límites y es un total -descaro- eso de utilizar los sueños y aspiraciones de los jóvenes para satisfacer las desmedidas ambiciones de la codicia. Para mi -la bajeza -más- grande- que ha podido llegar el ser humano y una de las razones que conduce -el aumento de rebelión- que desata nuestra  juventud.  Les llenan de ilusiones para luego convertirlos en -rehénes- tras los barrotes del desengaño.  La educación se ha convertido en un lucrativo negocio que abastece el hambriento estómago de la falena avaricia.  

           Desde mi juventud he venido observando la estratégica astucia para engrandecer el bolsillo de Alibaba y su imperio de ladrones, atrayendo a los jóvenes con un paisaje estupendo donde (supuestamente) con becas destinadas a ese fin, pueden cubrir el costo de sus anhelados sueños. Ah, que ímpetu y qué eufórico gozo, ese momento maravilloso de firmar la matrícula, ajenos al suplicio que le subsigue, pasado el primer trimestre.  Es entonces donde  comienza el enigma entre los estudiantes qué, matriculados en las mismas clases, con los mismos créditos, uno dice: me sobró tanto de la beca, otro: a mi me sobro más, el otro: a mi no me sobró nada y el otro: a mi me dijeron que tengo que pagar y apliqué para un prestamo estudiantil, absortos por un resultado incoherente, deciden informarse con administracción y la respuesta recibida es: "las becas varían conforme al ingreso, por eso la diferencia"... afirmación que sobrepasa los límites de la incongruencia.  !Excuse me! ?????, a todos nos aprobaron la misma cantidad de beca, son las mismas clases, los mismos créditos, esa respuesta cómo que relincha; aparte que eso no fue lo acordado en el momento de firmar la matrícula.  Y en ese episodio sin fin, unos desertan del suplicio, otros lo cargan por el resto de su días, porque -conforme los sueños aspirados- la cuenta termina siendo -tan larga- que a veces mueren antes de terminarla. 

          Me pregunto -una y mil veces- ¿qué clase de amor al prójimo es éste que el dinero tiene más importancia que el valor humano? ¿Cómo podemos lograr una mejor calidad de vida si -atados a la ambición de poder- se vive frustrando el sueño de las futuras generaciones? Lo más triste del caso es que (aparentemente) no existe ninguna agencia que investigue lo absurdo de una realidad que -más que ayudar a realizar los sueños de nuestros jóvenes y contribuir por un mejor futuro- simplemente -los destruyen- y luego se quejan de sus ambiguas rebeliones... tal como dice el refrán "o nos peinamos o nos hacemos rolos"...????....

12 de marzo de 2015

©®Ivette M. Quiles Silva
con cariño... Campesina, Brillamor
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